Comentaris lliures sobre fotografies de Cartier-Bresson

Ver no es dar a ver. Cada fotografía de Henri Cartier-Bresson verifica el axioma. Para él la fotografía es la geometría, en el espacio y en el instante, puesta al servicio de la expresión de un acontecimiento. Dura escuela. Constante ascetismo. Necesaria intuición. Vista de ejecución. Vemos el resultado.
Hay en este instante congelado, una correspondencia tan exacta y sensible de masas, de valores, de planos, de líneas, una cierta musicalidad, que nos lo imaginamos minuciosamente elaborado. Pero no, es a la inversa. En el juego cotidiano de la luz y del azar, está la fulgor de los predadores. Cartier-Bresson, es la plata viva de la consciencia.

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Además, quien dirá por qué esos muros sevillanos se superponen tan fácilmente a la primera fotografía de la Historia. Y es el genio que une Cartier-Gresson y Niépece a través de un siglo. No respondáis, soñad...


Robert Delpire

Henri Cartier-Bresson, Sevilla, 1933.


Rigor en la composición. Infalibilidad en el encuadre. Estampas indelebles de las que Henri Cartier-Bresson no podrá jamás deshacerse. Y es que nadie usa la palabra malicia para referirse a su mirada. Mirad esta imagen donde el orden parece reinar en perfecta harmonía con el sombrero, la generosidad del traje, la tez rosácea, todo es indiscutiblemente británico.

La presencia de un elemento rebelde ha captado la atención de Henri Cartier-Bresson, así acaba poniendo esta flor en el punto central de la composición que lógicamente el caballo debería tener en la boca, ya que decimos boca para un caballo igual que decimos las fauces para un león. En las facues de un león, mientras que para la hembra de un pato hay que emplear el vocablo pico. El pico de un bastón que permite abrir las puertas. Sin embargo, ésta es una digresión que nos desvía del sujeto. Brevemente, el desplazamiento de un detalle en un conjunto desconcertante.

La receta ha sido empleada por Jaques Prevért en su poema Cortège. Recordad: Una pequeña monja de Bengala con un tigre de Sant-Vincent-de-Paul.

En resumen, me parece bien que sepamos que Henri Cartier-Bresson no es impermeable al humor, incluso si demuestra a veces una apariencia de Principe sin sonrisa.

Robert Doisneau

Henri Cartier-Bresson